CARTA ABIERTA A UN DESTINATARIO SIN NOMBRE

Recuerdo muy claramente el primer día que te vi. A veces cierro los ojos y me parece que aún estás ahí, tan cerca, como aquella vez. A menudo me pregunto: ¿Cómo fue que ambos coincidimos en aquel lugar , ese mismo día y a la misma hora? ¿Cómo fue que apareciste cuando menos lo esperaba? No lo sabes, y es probable que no lo sepas en el futuro, pero tu llegada cambió muchas cosas. No sé bien si creer en el amor a “primera vista”, una vez te lo pregunté y a decir verdad no te encontré muy convencido. Tampoco diré que fue eso no lo que pasó conmigo, no, fue distinto. No negaré que me atrayó mucho esa expresión de chico seguro y esa mirada penetrante y cuestionadora que me hacía perder el piso, ni esa forma tuya de caminar tan erguida y vanidosa. Oh, ¡sí que eras vanidoso! Aunque hubo a quien le pareciste presumido, a mí solo me inspiraba ternura. Sabía bien que eras un hombre de carácter y muy bien dispuesto para la vida, por ello te admiraba aún más. Tal vez te interese saber como fui a dar contigo, ¿por qué no me lo preguntaste? Me hubiera gustado decírtelo. Encontrarte fue otra de esas extrañas circunstancias que nos pasan en la vida y hacen que uno se pregunte: ¿Es que existe alguna fuerza fabulosa que dispone todo de la manera más increíble? Pasó el tiempo y te conocí más ¡Qué emoción cuando charlábamos! Para mí era lo mejor del mundo, siempre aprendía algo nuevo, y algo más de ti , claro. Desde entonces hasta ahora te he amado, con la fuerza de la primera ilusión, el primer amor. Esta es la forma más directa que he encontrado para decírtelo. Perdóname, pero no es posible de otro modo. Sigue creyendo que te quiero como un hermano o primo, así es mejor, créeme. Eres mío, pero porque te posea, sino porque te amo. El amor es poseer y no poseer, lo tengo claro. Muchos saludos a la distancia